lunes, 17 de agosto de 2009

Clases intelectuales

Se supone que la brecha entre las clases de alguna forma se ha acortado. De alguna manera la población, aunque lejos de alcanzar una igualdad real hasta en los países más avanzados, ha tenido un progresivo acceso a mejorías en su calidad de vida y a lujos o satisfactores que antes estaban mucho más restringidos a los sectores pudientes. Sin embargo esto es muy relativo. Si hace más de doscientos años apenas algunos tenían servicios de drenaje en las poblaciones urbanas también es cierto que la población no era tan grande y aún había no un porcentaje tan alto en los entornos urbanos. Si hablamos de lujos u objetos no indispensables la seda como es bien sabido estaba reservada a un limitado sector de la población aunque el grueso de la producción de tejidos europeos se basaba en la lana hasta que la revolución industrial y la proliferación del algodón de alguna manera democratizó el vestido al hacer un tejido suave más costeable para una mayor cantidad de población.

Podríamos citar ejemplos infinitos, creo que sólo los análisis estadísticos nos pueden ayudar a definir una escala objetiva de la separación de clases en aspectos culturales y económicos. De manera mucho más intuitiva me queda claro, como decía anteriormente, que existe una democratización de los servicios y otros productos por la necesidad de acelerar el proceso productivo, la conformación política moderna en base a los sistemas de soberanía popular con la cual la población reclama que los sistemas de gobierno hagan caso a sus demandas y el proceso de abaratamiento de producción que hace más accesibles a un mayor rango de población toda clase de insumos.

Lo que me interesa exponer es si acaso la democratización de bienes aun cuando supongamos que continuará una vía progresiva hacia cierta igualdad de condiciones realmente supone un acercamiento de clases (tratando de no sustraerme a lo económico). Con el tiempo muchos otros productos de consumo han surgido para seguir impulsando un sistema productivo y de consumo donde se generan valoraciones que permiten medir el estrato económico-cultural al que pertenece una persona. Así aún cuando a diferencia de tiempos antiguos cuando tener un caballo era pertenecer a otro estamento social, ahora cualquiera tiene un auto pero se ha diversificado su oferta para generar estratos de consumo cada uno con sus valoraciones específicas que permiten asignar a la persona un valor individual en base a su capacidad de consumo. La enajenación de la persona en base al consumo no es algo nuevo, ya fue analizado desde los años cincuentas mas para mí cobra relevancia en tiempos de la crisis económica que sufrimos en nuestros tiempos. Definitivamente la oferta de autos lujosos tiene que reducirse ante la caída de las ventas y de la producción del sector automovilístico. De igual manera muchos otros sectores se contraen lo que aunado a la democratización progresiva trae una (al menos momentánea) tendencia hacia la igualdad de clases por causa del consumo, que en realidad es sólo una tendencia coyuntural pues en cuanto el mercado se recupere el poder adquisitivo y las valoraciones clasistas se volverán a combinar para alejar los estamentos sociales.

Por otro lado la crisis es producto de una exacerbación de la pirámide social. La acumulación de riqueza en pocas manos gracias al mercado especulativo de la política económica de los 70’s y 80’s es la causa de una burbuja de capital que no tenía referente en la capacidad de producción y consumo y que finalmente entró en crisis en el 2008. Durante treinta años se fueron creando productos de lujo que cada vez menos personas podían consumir, se llegó a la fabricación de objetos extremadamente caros que además fueron inflados por su valoración como objetos de lujo añadiendo más desigualdad en nuestra valoración de nosotros mismos en base a nuestra capacidad de consumo. Es obvio que este problema necesita de una revaloración de la cualificación y calificación del individuo, es urgente revisar la noción por la cual nos estratificamos en base a lo que consumimos y lo que poseemos, un cuestionamiento que no es nada nuevo.

Sin embargo lo que me interesa es salirme un poco del ámbito económico y pensar qué sucede con la cultura en general como un valor también acumulativo e igualmente de consumo en un periodo donde la democratización producto de las técnicas ha permitido también que se estire la pirámide cultural al no tener todos acceso a la misma educación y consumo cultural alejando a las élites culturales del grueso de la población. Y no quiero ser enemigo acérrimo de la noción de progreso ya cuestionada desde el siglo antepasado, solamente plantear un punto un tanto más moderado. Por un lado la ciencia ha avanzado muchísimo, el siglo XX y sus guerras provocaron adelantos científicos y tecnológicos de gran calibre, Sin duda la energía nuclear y la genética son las dos grandes obras que marcarán esa centuria, ambas dedicadas por un lado a fines productivos y de interés público como en un caso el generar electricidad y en otro los adelantos en materia de salud, por otro a fines de destrucción como fueron las grandes biotecnologías de la guerra químico-bacteriológica y el desarrollo de armas de destrucción masiva basadas en principios de energía nuclear.

Popularmente pensamos que las primeras aplicaciones fueron positivas para el desarrollo humano, para el mejoramiento de la calidad de vida de las poblaciones. Pero es bien sabido que las regulaciones en materia de energía nuclear impiden que muchos países tengan energía nuclear incluso con fines pacíficos y que las investigaciones genéticas están restringidas por medio de las inversiones y en su alcance efectivo a la población. Incluso cuando tienen un gran alcance como en la búsqueda de los mapas genéticos se corre el riesgo de generar un pensamiento arquetípico caracterológico de los pueblos a pesar de que se supone que sirve para eliminar esta clase de visiones estigmatizantes de la idea de raza. Después de siglo y medio de avance científico frenético la ciencia se ha instrumentalizado y ha sido impulsada en aras de fines económicos y militares bien definidos. El resultado es que la ciencia ya no llega como tal al grueso de la población y sus avances específicos se encuentran supeditados a la lógica del consumo transformando este desarrollo humano en una tecnologización donde millones de profesionistas desprenden de una investigación sobre cardiología una serie de desarrollos que terminan generando una competencia por crear el medidor de presión más portátil y económico. Mentira falaz porque seguimos aumentando la diferencia de clases y el aparato nunca podrá llegar a los grandes sectores de la población empobrecida.

En el arte, desplazándonos hacia algo cada vez más conceptual, hay un problema igualmente de educación y democratización efectiva de la cultura que hace que esa democratización igualmente sea efectiva sólo en función de la capacidad de consumo cultural. Sin duda es positiva la experimentación en todas las artes, tanto como en las ciencias, cada nuevo conocimiento que generamos es una herramienta potencial para mejorar nuestra calidad de vida, aumentar nuestra capacidad de supervivencia como individuos y como especie y aumentar nuestra noción del universo. Pero conforme el arte experimenta sobre sí mismo una y otra vez se pierde de vista que cada vez menos tienen acceso a ese conocimiento y no sólo por el consumo pues se generan élites y estamentos de conocimiento y de comprensión artística. Más allá de preciosos experimentos artísticos tenemos una población que no los comprende, no los entiende, no los disfruta y no los consume con lo que el mundo artístico vive de sobrevaluar sus obras y venderlas a las pequeñas élites. El arte forma hoy uno de los símbolos de los pudientes en muchos casos lo demás son formas vulgares, comunes o tan sólo “populares”.

Y finalmente cuestiones plenamente teóricas que van desde el derecho a la economía, el estudio humanístico incluyendo forzosamente la filosofía. No sólo se hallan plegados a la lógica del mercado como es bien sabido sino que además dentro de su propio mecanismo crean una especie de valor hacia sí mismos donde las élites se conforman y se cierran buscando y especializándose en objetivos que excluyen a la gran mayoría de la población o se basan en objetivos tan específicos que sencillamente no la contemplan. Y es que he ahí el objeto de mi preocupación: la especialización. Obviamente la división del trabajo, la especialización técnica y productiva y otras formas estamentarias o clasistas han permitido que nuestras sociedades se desarrollen productivamente de manera progresiva al menos hasta hacer que los individuos y los grupos no sean tan endebles ante el entorno. Pero la especialización es al mismo tiempo un mecanismo (quizá “natural”) que toma su propia inercia en la cual cada individuo o grupo, al estar dedicado a algo más específico, está más alejado de poder asistir o responder a las necesidades de otro en tanto no sean en consonancia con lo que está capacitado para hacer.

Creo que la especialización es necesaria y positiva pero creo que es necesario frenarla para dirigir sus alcances actuales a la mayor cantidad de la población. Generar los canales de comunicación que derrumben las barreras de una alteridad negativa. El fenómeno es global, la especialización como lo señalaba con el ejemplo de la genética se está basando en una reacción de hostilidad hacia aquello que en base a sí es diferente. Los últimos ocho años de republicanismo y los cuarenta de conformación de la Unión Europea han terminado por generar un antiislamismo, una sistemática discriminación de la cultura musulmana en la que algunos teóricos se atreven incluso a hablar de un choque violento de culturas. Mera hipocresía sitemática pues esa misma conformación política y diplomática mantiene canales abiertos para las grandes corporaciones árabes o para el intercambio de armas con medio oriente. La concepción regionalista no es exclusiva de éste conflicto. La visión estadounidense del sector hispano que en realidad corresponde a Latinoamérica, la visión global de China, de Japón, de África, etc., nos habla de una caracterización compleja de los arquetipos culturales que nos hemos formado de entrada al siglo XXI donde predominan visiones incluyentes al sistema de producción y consumo global pero un aislamiento regional y cultural que termina frenando la supuesta ventaja de conducirnos hacia una homogeneización de nuestra calidad de vida.

Y digo supuesta porque la misma especialización es contraria a la igualdad. Conforme más nos especializamos en nuestras funciones generamos estamentos que necesariamente están dotados de diferentes derechos y obligaciones, privilegios, prerrogativas y funciones. Desde comienzos de la modernidad (históricamente concebida) se ha tenido el miedo a la homogeneización de la sociedad humana por ser contraria a la generación de un diálogo constructivo que permita seguir avanzando a la o las civilizaciones. Es un autoestancamiento en el que nos impedimos ver más allá y nos tornamos frágiles ante posibles contingencias del sistema, factores imprevistos. Un tema muy interesante de sustentabilidad. No creo que se pueda homogeneizar completamente a la raza humana, tampoco creo que seamos capaces de tanto fascismo pero si del suficiente para tornar frágil la estructura social. Por otro lado solo se puede lograr esta igualdad de facto en ciertos componentes creando estamentos rígidos en otros. Los calificativos culturales impulsados por el sistema de consumo donde hoy los jóvenes pertenecen a tal o cual definición arquetípica son muestra de ello. La visión de la igualdad de derechos de expresión a condición de una inmovilidad social donde cada quien se asume como parte de un grupo inamovible y hostil hacia otros.

Volviendo por ejemplo al arte, no creo que la solución esté en refrenar por detener el poder de las élites sino porque la fuerza creativa y de trabajo se va a desplazar momentáneamente a la divulgación y popularización de los logros hasta el momento alcanzados. Sobre la ciencia mejor ni hablo, es obvio que se necesitan destinar los recursos públicos y privados al gasto público corriente y llevar servicios a todos los sectores. De igual manera se necesita un replanteamiento en torno a materias humanísticas que democraticen los conocimientos y que ante todo se busque que esos conocimientos (como corpus cultural y no como valor de cambio) respondan a las necesidades de los grupos sociales. Absurdo es que existan un sin fin de leyes en México que no responden a la necesidades y problemas del mundo globalizado ni a las del mexicano en particular.

En resumen hay un alejamiento del tratamiento específico profesional de las ramas más avanzadas del conocimiento respecto de su aplicación ante la población humana en general, quizá en demasiados campos para mi gusto hay un alejamiento de las necesidades de la gran mayoría. Es absurdo pensar que de manera total el bienestar comunitario es la prioridad a toda costa, creo que los intereses de la sociedad en una infinidad de ocasiones se contraponen a los del individuo y viceversa pero la tendencia ya corre dentro de un absurdo donde es obvio que hay que retornar a una preocupación por la población en general y no solo en el caso del bienestar económico y de supervivencia. Hay que tender puentes de comunicación que nos ayuden a buscar una mejor esperanza de vida como personas y como sociedades.

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